Sobre el tiempo, el ritmo y el montaje
Resumen
La imagen fílmica está completamente dominada por el
ritmo, que reproduce el flujo del tiempo dentro de una toma. El hecho de que el
flujo del tiempo también se observe en el comportamiento de los personajes, en
las formas de representación y en el sonido, es tan sólo un fenómeno
concomitante que — hablando en teoría— podría faltar sin que con ello se viera
minada la obra cinematográfica en su esencia. Se puede uno imaginar, en efecto,
una película sin actores, sin música y sin construcciones, incluso sin montaje.
la imagen fílmica surge en los planos y
existe dentro de cada uno de ellos. Por eso, en los trabajos de rodaje tengo en
cuenta el flujo de tiempo dentro del plano e intento reconstruirlo y fijarlo
con precisión. El montaje, por el contrario, coordina planos ya fijados en
cuanto al tiempo, estructura con ellos el organismo vivo de la película, en
cuyas venas bulle con una presión rítmicamente variable el tiempo, que
garantiza su vida.
El montaje, al fin y al cabo, no es otra
cosa que una variante ideal de dimensiones de rodaje ensambladas unas a otras,
una variante incoada ya desde el principio en el material fijado en el
celuloide. El montar bien una película significa no perturbar la relación
orgánica de las escenas y de los planos entre sí, escenas y planos que, por
decirlo de algún modo, ya se han premontado, al trabajar en el montaje se llega
no a un ensamblaje sencillo, lógico y natural, sino a un proceso costoso, en
que se busca un principio de ligazón de las tomas entre sí, y en el que, a pesar
de los pesares, va apareciendo poco a poco la unidad que yace en ese material.
El ritmo de una película surge más bien en
analogía con el tiempo que transcurre dentro del plano. Expresado brevemente,
el ritmo cinematográfico está determinado no por la duración de los planos
montados, sino por la tensión del tiempo que transcurre en ellos.
La sensibilidad hacia la unidad de planos
diferentes puede despertar con la unidad de la presión, que determina el ritmo
de una película.
El cine es capaz de fijar el tiempo por
sus características externas, accesibles de modo emocional.
El ritmo queda más bien constituido por la
presión temporal dentro de los planos. —el que otorga la forma— el montaje cinematográfico sí que tiene
algo específico, que es la coordinación del tiempo fijado en cada una de las
partes que se han rodado. Montaje es unir partes mayores y más pequeñas de una
película, partes con tiempos diferentes. Sólo su unión aporta la nueva
sensibilidad para con la existencia de ese tiempo, que es el resultado de
exclusiones, de aquello que se corta y se tira. Pero las peculiaridades del
corte están impresas ya en las partes que se montan, como ya hemos explicado. Y
el montaje como tal no aporta una nueva cualidad y tampoco la reproduce de
nuevo, sino que tan sólo saca a la luz del día lo que ya estaba impreso en los
planos que ahora se juntan. El montaje queda anticipado ya durante el rodaje y
determina desde el principio el carácter de lo que se va rodando. Del montaje
depende la longitud de los tiempos, la intensidad de su existencia, fijada por
la cámara.
El ritmo, en el cine, se transmite a través
de la vida del objeto, visible, fijada en el plano. Así, del movimiento de los
juncos se puede reconocer el carácter de la corriente del río, la presión del
agua. Del mismo modo, el proceso vital que la toma reproduce en su movimiento
informa del movimiento del tiempo.
El director demuestra su individualidad
sobre todo por su sensibilidad de cara al tiempo, por medio del ritmo. El ritmo
adorna su obra con características de estilo. El ritmo no se construye pensando
arbitrariamente ni de forma meramente especulativa. En el cine, el ritmo surge
orgánicamente, en correspondencia al sentimiento de la vida que tiene el propio
director, en correspondencia a su «búsqueda del tiempo».
El modo de estructurar el montaje
perturba el flujo del tiempo, lo interrumpe y le concede una nueva cualidad. La
transformación del tiempo es una forma de su expresión rítmica.